viernes, 27 de noviembre de 2009

No a la guerra

Han perdido la cabeza
los que la guerra declaran,
monstruos, viles asesinos
los que a inocentes masacran.

Dinosaurios voladores
hechos de muerte y metralla
depositan su semilla
en la mitad de la plaza.

Madres con niños en brazos
corren huyendo descalzas,
y la parca traicionera
por la calle las alcanza.

Hogares donde los hombres
viven en paz y esperanza,
amando a sus tiernos hijos,
los bombarderos arrasan.

Jóvenes de veinte años
cuando la vida los llama,
la muerte cambia el destino
en los campos de batalla.

El infierno crea las máquinas
de fuego, pánico y lágrimas,
con las que zombis humanos
los bellos pueblos devastan.

Destrucción de lo creado,
barbarie funesta y trágica,
retroceso consentido,
y muerte terrible y sádica.

No merece la existencia
el que la guerra proclama,
genocidio abominable
que mata cuerpos y almas.

No más guerras en la Tierra,
no más crímenes de grana,
nadie se arrogue el derecho
de la muerte más tirana.

El coche y la vaca lechera

Por más vueltas que le doy a la cabeza, por más que engraso los mecanismo lógicos de mi cerebro, no llego a comprender la similitud que nuestros políticos encuentran entre el automóvil y la vaca lechera. Entiendo que la vaca tiene cuatro patas, y los coches cuatro ruedas, que fantaseando un poco, podríamos decir que, como le sirven para lo mismo, desplazarse, serían las patas del coche. Pero pocas semejanzas más encuentro entre ellos. En estas elucubraciones estaba, cuando llega mi amigo Pepe, y le hago partícipe de lo que estaba pensando.

Este Pepe es un auténtico lince, y pocas cosas se le escapan. Mira, -me dice- : el parecido mayor es que al coche se le ordeña igual que a la vaca. Cuando lo compras, el gobierno lo deja bien escurrido, luego, cada vez que compras gasolina, la clavada en impuestos, es de manos arriba, esto es un atraco ; los ayuntamientos también quieren su porción de tarta, luego te obligan a pagar un seguro cada vez más caro, y no digamos nada cuando lo metes en un taller....Y ahora para terminar su parecido con las lecheras, los ayuntamientos están quitando los aparcamientos gratuitos en las calles y haciendo "establos" para meter los coches, eso sí, previo pago de una tarifa nada barata. Se olvidan los señores políticos que los ciudadanos, de a pie, no se pueden permitir el lujo de pagar a diario un aparcamiento de pago. Ellos con sus generosos sueldos sí se lo pueden permitir. ¿Te parece ahora que el coche y una vaca lechera no se parecen tanto?