domingo, 18 de febrero de 2018

Sonámbulo en las Cañadas




Morfeo no vino esta noche,
me he subido a las Cañadas
con los tajinastes rojos
y las frondosas retamas.

Camino muy lentamente
gozando la noche en calma,
con el brillo de las rocas
que encienden las obsidianas.

Los gigantescos basaltos
no son rocas, son fantasmas,
que hasta el amanecer
bailan su macabra danza.

Las fonolitas resuenan,
y con su son  acompañan
la música fantasmal
que el viento toca hasta el alba.

Los olivinos radiantes
se disfrazan de luciérnagas,
y alumbran la parda noche
como pequeñas estrellas.

Los azulejos no duermen,
sigilosos guardan vela,
para pintar a la luna
cuando luciente aparezca.

El Teide, firme en la noche,
se recrea con las estrellas,
y los luceros, celosos,
quieren que su blancor pierda.

Pero el el rey soberano
nunca admite competencia,
y a los luceros eclipsa
con su blanca capa nueva.