A veces siento en mi vida
huracanes que sacuden
las raíces que se agarran
a la tierra que las nutren,
crujen, y alguna se parte
cuando la lluvia se hunde,
arrastrando monte abajo
la argamasa que las une.
Como mariposas locas,
las hojas desde la cumbre
bajan arremolinadas
y en el barranco se hunden.
Esqueleto de cien brazos
golpea el viento, que le infunde
bravura y furia a sus lanzas
que entre ellas se destruyen.
Las copas de los gigantes
silvan un canto muy lúgubre,
estrofas desafinadas
que los instrumentos unen.
Nubes de polvo y arena
llegan hasta la alta cumbre
fundiéndose en un abrazo
con el resto de las nubes.
Ya ha pasado el vendaval,
la paz retorna a los bosques,
sentimientos de tristeza
ha dejado entre los árboles.
domingo, 13 de marzo de 2011
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