domingo, 28 de noviembre de 2010

A la antigua maestra rural

Eremita en la montaña,
retirada en una aldea,
entregada a su misión
de ser maestra de escuela.

Abandona la ciudad,
todo lo que ésta conlleva,
y en el campo hace su hogar,
sus caminos son veredas.

Campesinos, que malviven,
sus enseñanzas esperan,
para que al menos sus hijos
conozcan algo de letras.

Los niños llenan su vida,
su entrega fecunda y  plena,
irradia sabiduría
en las pequeñas conciencias.

Pero su labor no acaba
con los niños de la escuela,
prácticas de todo tipo
a los mayores enseña.

Lo mismo enseña cocina
que a manejar las tijeras,
a bordar y remendar
las prendas que ya están viejas.

Conservas de vegetales
a las mujeres enseña
y técnicas  artesanas,
con mimbres hace las cestas.

Sin médico que los cuide
ni farmacia que proteja
la salud de los que viven
en esta lejana aldea,

hace todo lo posible
por socorrer, cuando enferman,
con los primeros auxilios,
a los que a ella se acercan.

Maestra de aquellos tiempos,
la sociedad no te aprecia
la labor que realizaste
con cariño y con  entrega.

En los campos de esta  España,
sembrados con tu docencia,
un monumento mereces,
sencilla y noble maestra.