lunes, 4 de julio de 2011

La cascada

Agua pura cristalina
salta en la cascada blanca,
cantarina, bulliciosa,
discurre por la cañada.

Las mocitas del lugar
acuden por la mañana
con sus cántaros de barro
para llenarlos de agua.

Por la vereda del pueblo
que conduce a la cascada
van cantando, sonrientes,
desde que despunta el alba.

Los cántaros van llenando,
y sus palabras desgranan
con sus dulces labios rojos
robados a una granada.

En primavera y verano
el parque de la cascada
es el solaz de los niños
escondiéndose en sus plantas.

Juegan en el arroyuelo
que van formando las aguas
que saltan como gacelas
en el naciente de plata.

Las mocitas se pasean
en sus riberas, y el agua
refleja sus bellos rostros
como un espejo de nácar.

Los domingos por la tarde
juegan al corro, entre palmas,
con los chicos enamoran
sonrientes y encantadas.

La vida crece a raudales
al lado de la cascada,
y el arco iris se asoma
cuando el sol sus rayos manda.

Es un lugar delicioso
edén de flores y plantas
que refresca generosa
la saltarina cascada.