lunes, 12 de diciembre de 2011

Los políticos no quieren a los tecnócratas.

Nunca estará de acuerdo la clase política con perder  su poder y todo lo que éste acarrea, se rebelará contra todo y contra todos los que puedan amenazar este status de privilegio, y son capaces de sacrificarlo todo antes que renunciar al mismo.

Esta crisis que nos está azotando, sobre todo  a Europa, tiene una causa común, aunque no es la única, y esta causa común es el derroche. Políticos sin escrúpulos, a los que les importa poco o nada el futuro del país, se han gastado el dinero que no tenían y se han endeudado hasta los ojos. Han vivido su presente gozando de una abundancia artificial e irreal, dejando el futuro hipotecado.

Grecia e Italia se han visto en la necesidad de prescindir de la clase política y han nombrado a dos primeros ministros de prestigio en el campo de las finanzas, a Lucas Papademos y Mario Monti, para ver si pueden poner remedio a la situación actual y encauzar la economía de estos dos paises.

No se han hecho esperar voces críticas, provenientes de cierta clase política, que deslegitima esta medida, argumentando que no han sido elegidos por el pueblo. Señores políticos: el pueblo no os elige para que lo llevéis a la ruina, y en este estado, no le queda más remedio que agarrarse a un clavo ardiendo y dejarse de galimatías farisaicas.

Lo que le molesta a estos señores es constatar que el pueblo es consciente de la ineptitud de los gobernantes y busca remedio, como sea, saltándose las leyes que ellos se han hecho a su medida, y para su provecho. Y no hay cosa que más le moleste a un mal político que el triunfo y el bien hacer de sus contrincantes.

La legislación electoral está encorsetada, y no permite que los ciudadanos mejor preparados puedan llegar a ser los dirigentes de los pueblos, si no pasan por las horcas caudinas de los partidos políticos, y por la escalera trepadora del mismo partido. Si hubiera libertad de escoger, en unas eleciones, a los mejores, otro gallo nos cantaría.