Esta noche de luna llena me he retirado a la playa, buscando la soledad, esta hermosa dama que me habla sin rodeos, y que me escucha encantada, me susurra al corazón con voz cadenciosa y dulce, que solamente mi espíritu es capaz de sintonizar, porque ella engendra sinceridad y silencio. Mira al espejo de la luna llena y refleja su rostro sobre mi mirada, que absorbida e imantada por una atracción de enamorados, pasan las horas contemplándose, mirándose a los ojos, sin proferir una sola palabra que les distraiga de su éxtasis, todo se lo dicen con su mirada.
Me he retirado a la orilla del mar para descargar mis pupilas de las imágenes poco gratas que han entrado por mis ventanas, durante el dia, llenando mi interior de sensaciones extrañas que no simpatizan con el sentir del misticismo que se apodera de mi espíritu en las noches de plenilunio.
Mi retina vuelve a llenarse de crepúsculos precursores que darán paso a la contemplación de un inmenso campo sembrado de luciérnagas que tintinean sin parar, y que hacen vibrar al universo como cuerdas que irrumpen en un inmenso concierto que silencia la noche.
Dirijo mi mirada al infinito, hasta contemplar el abrazo curvilíneo en el que se funde el cielo con la mar, intercambiando estrellas por sirenas, y así permanezco hasta el amanecer, sumido en la contemplación de este maravilloso cosmos que me hace olvidar el insignificante mundo de los humanos. Es mi terapia emocional que rejuvenece mi espíritu y lo libera de las pequeñas cosas que tratan de enturbiar la clarividencia de mi mente y la paz de mi vida.
jueves, 7 de julio de 2011
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