sábado, 10 de noviembre de 2012

El arroyo de la vida

No se ponerle una presa
al arroyo de la vida,
que sus aguas ya no corran,
que remansen ya tranquilas.

Que su carrera veloz
cese al bajar de la cima,
y se estanque en la llanura
si tener sus aguas prisa.

Que administre su caudal
mes a mes y día a día,
que no lo deje perderse
en rápida escorrentía.

Que su camino sea largo,
que se frene en la campiña,
formando curvos meandros,
que sestee al medio día.

Pero mis deseos son vanos,
aunque clame de rodillas,
y hace sus oídos sordos
por más que yo se lo pida.