Ha nacido en una granja
la vaquerilla del pueblo,
teniendo por todo lecho,
un montoncito de heno.
Va creciendo entre animales,
entre praderas y huertos,
una flor encantadora
que se mece con el viento.
De sonrosadas mejillas,
de ensortijados cabellos,
se ha derramado oro puro
en la mata de su pelo.
A los terneros embruja
cuando acaricia su cuello,
y le siguen encantados
como a la ada de un cuento.
Por la mañana temprano,
a la luz de los luceros,
saca sus vacas al prado
seguidas de sus terneros.
Con blanca zalea de lana
recubre su bello cuerpo,
y se defiende del frío
que azota el campo en invierno.
Mas si un recental tirita
con el frío mañanero,
con su zalea lo recubre,
que ha calentado su cuerpo.
Retoza y trota con ellos,
juega con los más pequeños,
y se mira en sus ojazos
como si fueran espejos.
Cuando el sol recoge velas,
y aparecen los luceros
la niña cuenta sus vacas
y reune a los terneros.
Se encamina hacia la granja,
cantando como un jilguero,
melodías cadenciosas
con su dulce voz de ensueño.
miércoles, 16 de junio de 2010
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