Estamos asistiendo, en esta democracia nuestra, a usos y prácticas que estaban en vigor en la dictadura y que eran criticadas y denostadas por aquellos sectores de la sociedad que hoy las ponen en práctica. Qué poco hemos avanzado. Seguimos obsevando cómo la bondad o malicia de las cosas se miden por el color y por la clase de personas que las hagan.
Recuerdo de los años de mi niñez, que en los estudios de bachillerato, me tocaron como compañeros de clase, un grupo de chicos gallegos, en el internado del colegio. Entre ellos, de vez en cuando hablaban gallego, y a mi me agradaba oírlos, e incluso participaba, como aprendiz, en sus conversaciones, pero tenían miedo de expresarse abiertamente. Hoy hay zonas de España, donde existe miedo por expresarse en castellano.
Es una vergüenza que ciertos políticos hayan montado una contienda de idiomas, usándolos como armas arrojadizas y medios para desarrollar y conseguir sus ambiciones políticas, egoístas e insolidarias. Los idiomas son del pueblo, cada uno se expresa como quiere y en la lengua que le apetece, nadie tiene el derecho de imponer y exigir por la fuerza de una ley injusta, un idioma, y mucho menos penalizar a aquellos que usan otro. Esto es una auténtica dictadura del idioma, manejada por individuos que no respetan para nada la libertad del ciudadano. Y éstos son los que están todos los días con la boca llena de progresismo y democracia.Cuánta falta nos hace una clase política sensata, justa y solidaria.
viernes, 4 de junio de 2010
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