viernes, 4 de junio de 2010

Meditación

Cuando fijo mi mirada
en mis lejanos recuerdos
dudo si han sido reales
muchos de mis sentimientos.

No me reconozco a veces,
ni conozco los senderos
que conformaron mi ruta,
ya borrada por el tiempo.

No visitaban mi mente
oleadas de aire fresco,
sólo el viento frío del norte
inundaba mi aposento.

Filtros de fino calado,
vigilantes, en acecho,
derivaban las corrientes
y ahuyentaban otros vientos.

Caminos no visitados
ni senderos polvorientos,
veredas ya fabricadas
con materiales secretos.

Moldes rígidos que forman
parterres mas bien resecos,
donde los seres que crecen
son zombis, de nacimiento.

Siempre encerrado en la hondura,
sin visión del universo,
luminarias mortecinas
alumbraban mis adentros.

Pero un día llegó la hora
de abrir mis alas al viento,
remontando hasta la cumbre,
con un vuelo placentero.

Divisé los horizontes,
mil caminos y senderos,
tonalidades, colores,
variedad de pensamiento.

Planeé sobre los valles,
con los ojos bien abiertos,
contemplando la belleza
de este panorama nuevo.

Me posé sobre los prados
sin caminos ni senderos,
y tracé mi propia ruta
con la ilusión de un liberto.

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