Todas las luces se encienden
al final de tu camino,
cuando ya no necesitas
distinguir más lo vivido.
Esta vida que tenemos
no tiene ningún sentido,
cuando aprendes a vivir
se te termina el destino.
Parece como si fuera
un concierto consentido,
trasformar en claridad
lo que te falta en lo físico.
Ya no hay temores ni prisas,
ni ambiciones, ni otro tipo
de inquietudes que te amarguen
tu existencia, con ahinco.
Mil cosas me están sobrando,
y otras mil, que no las digo,
para vivir libremente,
me basta conmigo mismo.
Ya no me dejo guiar
por nadie, que en mi camino,
trate de poner obstáculos
para que no ande tranquilo.
No solamente veo el alba,
también los atardeceres,
necesarios son los dos,
sin uno, el otro no vuelve.
Siempre vivimos la luz,
la obscuridad no resuelve
sino el descanso que hacemos
para que la luz renueve.
El eclipse es pasajero,
no tiene gran importancia,
pues siempre vence la luz
a las tinieblas fantasmas.
Pero la luz más excelsa
no está hecha de fotones,
clarividencia mental
que nace en los corazones.
miércoles, 17 de marzo de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario