Este pueblo nuestro tiene tanto que aprender para conseguir una auténtica democracia, que pasarán varias generaciones hasta que lo consiga. A veces tengo la sensación, que en esta materia da un paso adelante y otro atrás. Para ello hay que despegarse de ideologías y de partidos políticos. La auténtica ideología para un ciudadano maduro y sensato es el bienestar del pueblo, la paz, la concordia, el entendimiento. Pasaron, o han debido pasar, los tiempos de las luchas de clases, de las divisiones, de los enfrentamientos, de los míos son los buenos y el resto los malos, aunque existan grupos, que les suceda como a los mercenarios de la guerra, que no saben vivir en los tiempos de paz, y añoran y, si está a su alcance, provocan de nuevo la contienda.
Los partidos políticos son grupos que se forman con la ambición de conseguir el poder, ellos son los que organizan y mandan en la sociedad, no los ciudadanos. Las decisiones transcendentes las toman ellos sin consultar con el pueblo, y el espectáculo que nos están dando hoy día, es de lo más bochornoso. Nos han llevado a la ruina, mientras ellos despilfarran el dinero de los contribuyentes en muchos gastos inútiles e innecesarios y han estado dando palos de ciego en lugar de sentarse y estudiar el gran problema que nos aqueja y darle, sin perder tiempo, la solución más adecuada.
Cuando la inmensa mayoría de los ciudadanos hayamos aprendido a no dejarnos manejar ni mentalizar por la clase política, sino que libremente seamos capaces de nombrar administradores inteligentes, preparados, honrados y eficaces, sin importarnos el color de sus corbatas, entonces estaremos aprendiendo a formar una auténtica democracia, porque entonces empezará a mandar el pueblo y no los políticos.
domingo, 16 de mayo de 2010
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