Abrazado a su guitarra
como manta bandolera,
gemidos saca a sus notas
cuando su mano la tienta.
Acariciando sus cuerdas
con delicadeza extrema,
quedos susurros musita
arrancados por sus yemas.
No son cantos que los vientos
difunden por las callejas,
son alaridos que brotan
exhalados por su pena.
Rasca sus trastes con brío,
se entusiasma cuando suenan
los romances que declama
de moros y de princesas.
Pero a veces compadece
el quejido de las cuerdas,
y acaricia con sus dedos
para que acallen su queja.
Cuando toca melodías
armoniosas y serenas,
cierra sus ojos, ausente,
diciendo adiós a la tierra.
La gente pasa de largo
nadie a escucharlo se queda,
siempre la prisa se impone
a las demás contingencias.
Pero encerrado en su mundo,
vive con indiferencia
las prisas de los mortales,
y a su guitarra contenta.
Habla con ella en secreto,
con dulce voz le contesta,
triste o alegre es su tono,
matizando la respuesta.
Su vida es su guitarra
la tiene por compañera,
sus sentimientos comparten
sus alegrías y sus penas.
jueves, 13 de mayo de 2010
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