Dejáme como a la abeja
que vuele de flor en flor,
que libe, entre todas ellas,
el néctar de la mejor.
Que visite las corolas,
y trate con gran primor,
cargándome con el polen
para llevarlo a otra flor.
No me indiques el camino,
ni de la flor el color,
que me atraigan sus colores
y me embriague con su olor.
Que mis alas se detengan
cuando me llame una flor,
para acariciar sus pétalos
con un ósculo de amor.
martes, 28 de septiembre de 2010
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