viernes, 15 de octubre de 2010

Tradición, cultura y libertad

Existe tal mezcolanza y manipulación entre estos tres conceptos, que cada uno los emplea a su imagen y semejanza, sobre todo cuando los usa como medio para defender posturas políticas, religiosas o de cualquier otra índole.

 Los pueblos poco cultivados, empobrecidos en sus bienes y en sus ideas, se agarran a lo poco que tienen, y en cierto modo, esto es natural, tienen pocas opciones ideológicas para poder profundizar en nuevos conocimientos y poder comparar lo nuevo con lo viejo y sacar conclusiones para adoptar nuevas posturas en su vida. Por eso son tan apegados a la tradición, aunque algunas prácticas de ésta no sean nada convenientes, en los tiempos actuales. Las nuevas generaciones, más cultivadas, con conocimientos más objetivos, y liberados del gran monstruo del "qué dirán" van pasando de estas tradiciones añejas, filtrando el comportamiento pretérito del hombre y quedándose con aquello que merece la pena conservar, a la luz de un examen objetivo y de progreso. La evolución de los pueblos es lenta, hay que hacerla sin prisas, sin traumas, sin imposiciones, ella misma se va haciendo poco a poco.

 En las culturas de los pueblos, si por cultura entendemos el conjunto de normas que rigen el comportamiento de los mismos, tendremos que distinguir qué normas  respetan la dignidad humana y todos sus derechos y cuales no. Evidentemente, pretender que  se respeten normas que atentan contra la libertad y dignidad humana, es tanto como pedir que aprobemos el delito, la injusticia......etc. Eso de que hay que ser respetuosos con las culturas de los pueblos, hay que entenderlo. Las culturas no se pueden imponer, deben de ser libres y menos servirse de éstas para privar de libertad a los ciudadanos, convirtiéndose en un instrumento en manos de la intolerancia y tiranía.

Por encima de la cultura y la tradición está la libertad, cada uno somos dueños de nuestra vida, y libremente hemos de escoger aquellas creencias y normas que creamos más idóneas. Hay que rechazar aquellas culturas que se imponen a la fuerza, incluso con la pena de muerte para aquellos que no aceptan alguno de sus preceptos. Esto no es cultura, esto es matar aquello que debería ser cultivado.

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