Por senderos de pinares
midiendo con pasos lentos
la epidermis de la Tierra,
oigo las voces del viento.
Voz que suena entre los pinos,
se disfraza de instrumentos,
y a una orquesta se asemeja
cuando nos brinda un concierto.
Silba como los violines
con agudos decibelios,
y le responden las hojas
del pinar, que está en silencio.
Placentera cual la flauta,
la brisa suena, meciendo
a la floresta encantada,
por las hadas de este cuento.
Mas también cambia su voz,
y aullidos lanza, soberbio,
imitando una jauría
de cánidos, que están en celo.
Pero a veces se arrepiente,
se enfada, y con voz de trueno
asusta a los habitantes
del bosque, que están durmiendo.
Toca a veces a arrebato,
con percusión y crescendo,
con violencia incontrolada,
un forte interpreta el viento.
Y cuando crece la ira
de Eolo, dios de los vientos,
resuenan los huracanes
con formidable estruendo.
Todos los registros tiene
el gran órgano del viento,
desde el céfiro suave, hasta
el huracán tremendo.
miércoles, 24 de noviembre de 2010
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