Siento en mi alma una pena
que recome mis entrañas,
al contemplar impotente,
la miseria que acompaña
a niños abandonados
en basureros sin alma,
sin sentimientos que inunden
a los padres de la patria.
Aquellos que velar deben
por cultivar a la infancia,
e insensibles la abandonan,
sin un rayo de esperanza.
Rodeados de miseria,
sin cobijo de una casa,
sin tener lo necesario,
que los demás despilfarran.
Mis sentimientos de hombre
se rebelan cuando mandan,
por soberbia y por orgullo,
sin atender a la infancia.
Corazones insensibles
cuando las riquezas gastan
en guerras y destrucción
rompiendo toda esperanza.
Sacrifican a los hombres
para engordar su arrogancia,
creyéndose soberanos,
dueños de vidas y patrias.
Parece que han olvidado
la más sencilla enseñanza:
que solos no pueden nada,
su poder es de las armas.
No entiendo cómo se puede
gastar en muerte malsana
lo que le daría la vida
a esta abandonada infancia.
martes, 9 de noviembre de 2010
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Al leerlo transmite un sentimiento tan inmenso que cuesta no emocionarse. Un gran poema.
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