Cuando Helios se retira
en pegaso de alas blancas,
recoge sus largas velas,
las apaga hasta mañana,
y la Tierra obscurecida
cierra sus ojos, cansada,
los vivientes se retiran
a descansar a sus casas.
Un ángel se queda en vela
para atender las llamadas
de la soledad que vive
las largas horas que pasan.
Ella mitiga el dolor
que atenaza con sus garras
vidas yacentes que luchan
por ganar esta batalla.
Con su presencia hace luz
en la obscuridad del alma,
del que ya no ve el camino,
sendero de la esperanza.
La sonrisa de sus labios
disipa, con dulce gracia,
la tristeza del que yace
inmovil en una cama.
Sigilosa, de puntillas,
por los pasillos desgrana
atenciones, que requieren
los enfermos que le llaman.
sábado, 4 de diciembre de 2010
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