Ya hace unos años que he guardado, en el baúl del olvido, las campanas y los timbres, pero no porque el oído se me haya endurecido y me sean aparatos inútiles, no, sino porque me han dominado durante mucho tiempo y ya llegó la hora de no ser más, esclavo de ellos, y de decirles adiós. Ahora tengo tiempo de improvisar, de escoger, de probar, de volverme del camino que comienzo y que no me gusta proseguir, cuando he dado unos pocos pasos por él.
Me gusta escoger mi soledad, esos ratos que paso conmigo mismo, sin tener que dar cuenta de ellos a nadie, sin estar pendiente de otra cosa que no sean mis pensamientos y mis recuerdos. Esos instantes en los que llegan nítidamente, sin nada que los interfieran, los legados más independientes, buscando moradas adecuadas para permanecer en ellas, sin tener que pagar alquiler alguno.Ya no empleo el tiempo en proyectos, los proyectos son futuro y yo ya me contento, únicamente, con vivir el presente, este presente que vuela y se me escapa de las manos, como un pez escurridizo.
Ya no quiero líneas abruptas en la gráfica de mi existencia, huyo de los máximos y los mínimos, y pretendo que su trazado tenga una pendiente cadenciosa, suave, sin cambios bruscos, que pongan en peligro la tranquilidad y el sosiego de una vida cifrada en un estado de ánimo relajado y placentero.
Las cosas y los aconteceres de la vida diaria me llegan ya matizados con distintas tonalidades de colores, se han difuminado los colores intensos, rabiosos, chillones, que molestan las retinas al contemplarlos. Parece que han empequeñecido o que se han desinflado con el correr de los años. Mi capacidad de sorpresa y admiración se ha serenado con el tiempo, ya no veo ni mitos ni héroes ni superhombres. Las montañas me parecen cada vez más erosionadas, y la distancia con el llano ya no es tan grande. Los hombres los contemplo sin pedestales deformantes ni disfraces elitistas, engendradores de clases sociales.
Han desaparecido de mi vida todos los temores, poco a poco he ido descubriendo que los fantasmas son sólo espantapájaros que te llaman la atención solamente el primer día. Sólo me resta cierta incertidumbre,con la convicción de pertenecer al grupo de los seres vivos, y que como cualquiera de sus indivíduos, tengo que recorrer el ciclo vital que los caracteriza, viviendo cada etapa, gozando del presente, sin añoranzas del pasado, ni desasosiegos por el porvenir.
domingo, 16 de enero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario