Nacemos todos los días
con la llegada del alba,
y experimentamos morir
cuando la tarde se acaba.
Amaneceres de vida,
despertares de las plantas
que abren sus tiernas flores
que han mantenido cerradas.
El día es un nuevo nacer
que ha engendrado la esperanza,
la señera que nos guía
mientras la vida no acaba.
Amaneceres preciosos,
límpios reflejos nos manda
el sol que rompe la noche
alumbrando la mañana.
Amaneceres de incienso
de romero y albahaca,
de rocío mañanero
de tomillos y de jaras,
de alegres trinos sonoros
de pájaros que en sus jaulas
reciben la nueva aurora
con sus cantos, dando gracias.
Amaneceres azules,
límpidos como las aguas
que el marinero contempla,
con sus velas desplegadas.
Amaneceres de cuna,
de linda vida que el alba
nos regala sonriente
con balbuceos de infancia.
Amaneceres diáfanos
sombras que huyen tempranas
que se esconden en la noche
huyendo de la luz clara.
domingo, 8 de mayo de 2011
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