Todos los días me la encuentro
cuando por el Puerto paso
en mi ruta mañanera,
a las orillas del lago.
Tiene talle de princesa
con su sonrisa en los labios,
su mirada pura y limpia
y su carita de ébano.
Es bella como una venus,
negro cristal de Murano,
esbelta como la palma
que le acompaña a su lado.
Se mueve cual mariposa,
son alas, que no son brazos
los que acaricia la brisa
simulando que va andando.
Su sonrisa siempre ofrece
a los que van caminando,
y las pulseras que vende
son más bellas en sus manos.
A los turistas que pasan
se acerca con dulce encanto,
y los collares que ofrece
parecen de oro blanco,
aunque simples baratijas
son lo que tiene en sus manos,
pero el bello continente
al contenido hace grato.
Y así se gana la vida
la princesita de ébano,
canjeando su sonrisa
por unos pocos centavos,
pues las pulseras que vende
casi las da de regalo
y lo que aprecia el turista
es su belleza y encanto.
lunes, 6 de junio de 2011
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