La Iglesia de los jerarcas, de los palacios, de las catedrales, de los príncipes, de las grandes ceremonias, del distanciamiento, de los privilegios, está organizando un nuevo baño de multitudes para satisfacer su ego y dar muestra de la soberbia de sus dirigentes. Cuan alejados están todos estos actos y comportamientos del auténtico espíritu del verdadero cristianismo. El cristianismo es humildad, caridad, entrega a los pobres y necesitados, a los enfermos, a los abandonados, a los marginados, a los ignorantes, a todos aquellos que necesitan de una mano bienhechora. Ese es el cristianismo. En una época de crisis,en la que tantos hermanos lo están pasando mal, llegando a perder hasta la vivienda familiar, una jerarquía sensible y caritativa, que sintonizara con el evangelio, atendería primero estos casos de necesidad y no gastaría en baños de multitudes, exponente de la mayor prepotencia y soberbia, el dinero que debería ir a los pobres.
Estos baños de masas camuflados con el nombre de Jornada Mundial de la Juventud ni son sensatos ni mucho menos cristianos. Los jerarcas se endiosan falseando el mensaje de Jesús y corrigiéndolo siempre que lo requieren sus humanos intereses. Imponen leyes y creencias a sus seguidores que nada tienen que ver con lo que ellos dicen representar.
El rigorismo, la intransigencia, las imposiciones irracionales marcan las directrices de una jerarquía que estaba acostumbrada a ser seguida por un pueblo timorato, ignorante y analfabeto y que se guiaba por el criterio de autoridad, al no tener criterios propios. Esto ya está pasando, y no se resignan a perder su imperio ideológico, y tratan de llamar la atención y mostrar su poder moviendo masas, que en el fondo a lo que acuden es a una fiesta multitudinaria.
Es tal el formalismo y la falta de sintonía con la sociedad actual que obligan a las monjas, para poder ver al Papa, a que vayan vestidas con sus antiguos hábitos talares, sabiendo que ya hace años que muchas de ellas corrigieron sus reglamentos y hoy día, visten como una ciudadana más. Los antiguos hábitos proceden de la forma de vestir de la mujer campesina en la antigüedad, que no evolucionaron y se quedaron anticuados. No tiene razón de ser que se le obligue a nadie a vestir de una forma o de otra, dentro de una correcta normalidad. Por otra parte, hasta el refranero es consciente de la poca importancia que tiene el hábito, cuando afirma: el hábito no hace al monje. Sin embargo, parece que para los organizadores del JMJ, tiene una importancia máxima. Las monjas afectadas han protestado, pero como es norma en estos encopetados señorones, han ignorado su protesta. Están acostumbrados al mando y ordeno y eso de dar marcha atrás no entra en su práctica habitual.
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