Hay quien no entiende o no quiere entender, que conforme va avanzando el nivel de cultura en los ciudadanos, con un pensamiento propio, fruto de la reflexión y de la búsqueda de nuevas ideas, más acordes con los tiempos, y no heredadas de concepciones pasadas, haya muchos ciudadanos que no queramos saber nada de izquierdas, derechas o centro. Esta forma de dividir la sociedad, tenía una cierta justificación en la España analfabeta, pobre de recursos materiales y de ideas, pero hoy no tiene sentido, y cada vez menos. Los rebaños políticos quedarán reducidos a aquellos que quieren ser pastores, porque el papel de oveja, que va detrás del que lleva el cencerro, eso se está acabando.
Las divisiones en una sociedad son perjudiciales para todos, y la historia de nuestro pueblo así lo confirma. No caben las luchas fratricidas, aunque sean dialécticas, a las que nos tienen acostumbrados los señores políticos y sus comparsas. Esto no es progresismo de ninguna clase, que se enteren bien, sobre todo, aquellos que no se les cae de la boca este vocablo. No se puede ser progresistas sin aprender a convivir en paz y respeto hacia los demás. Hemos aprendido muchas cosas, pero aún nos queda por asimilar la lección más importante, la convivencia, sobre todo en la clase política.
Esta forma de actuar y gobernar no es la que queremos los ciudadanos. Hay que olvidar rencillas, odios, rencores, venganzas heredadas, dar un carpetazo a la historia y vivir la realidad, la actualidad. La fuerza motriz de nuestra sociedad no puede ser otra que la eficacia en la gestión de los intereses públicos. No entiendo una oposición, en las instituciones del estado, que diga a todo que no, los ciudadanos han elegido a los políticos para que gobiernen, es decir para que trabajen en favor de la sociedad, no para que hagan su juego de zancadillas, desgastes, desprestigios.....
Hay que coordinar todas las fuerzas de la sociedad, lo estatal y lo privado. Hay ciertas ideologías trasnochadas empeñadas en acaparar más y más actividades bajo el manto protector del estado e instituciones públicas y esto se ha demostrado que no es rentable ni productivo para la sociedad. Hay que fomentar la creación de riqueza por parte de los ciudadanos, sin que el estado tenga que invertir en aquello que no sean servicios públicos. Hay que olvidar tantas y tantas reminiscencias heredadas y centrarse en la problemática que demanda la sociedad: seguridad, libertad, trabajo, educación, sanidad, pensiones, buenas comunicaciones, sueldos suficientes..... lo demás es secundario.
Los sindicatos deben abandonar sus parcelitas egoistas y ver la economía del país de un modo global, trabajando porque ésta funcione. En caso contrario, toda defensa del trabajador es inútil. No se puede defender un estado de pobreza y desempleo. Las algaradas, las huelgas y las pancartas son formas decimonónicas que no conducen a nada, hay que cambiar las formas y los objetivos para que los sindicatos sean útiles en el siglo XXI.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario