Paseando en el jardín
de la vida, en primavera,
frondosas rosas contemplo,
no se escoger la más bella.
Sus colores, su perfume,
sus sonrisas siempre tiernas,
sus movimientos graciosos
de juveniles gacelas.
Todas reflejan la luz
con sus caritas de reinas,
espejos blancos de nácar
que acrecientan su belleza.
Sus talles baila la brisa
con una dulce cadencia,
sonriéndose al besar
los pétalos de canela.
Pero al proseguir mi marcha
por los parterres de hierba
mi mirada se estristece
y mi sonrisa se hiela.
Una rosa veo marchita,
ajada, con sus pétalos en tierra,
no la cortó el jardinero,
ni acabó la primavera.
Con la vida por delante,
la savia se le rebela,
y sus vasos generosos
no ofrecerán ya más néctar.
No ha llegado a madurar,
se fue antes que tuviera
su semilla saturada
para que la vida diera.
El colibrí se estristece,
y en el jardín ya no vuela,
y las abejas desprenden
lágrimas de blanca cera.
Todo el jardín está triste
se le murió una princesa.
domingo, 4 de septiembre de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario