Deja que vengan los pájaros
y se posen en la higuera,
que canten por la mañana
y piquen las brevas nuevas.
Que rompan con sus gorjeos
el silencio que me aterra,
que me aísla y entristece
y mis pesares recuerda.
Y yo abriré mis ventanas
para que salgan mis penas
y le pidan a las aves
sus alas blancas, ligeras,
para que vuelen muy lejos
y que jamás nunca vuelvan
al palomar de mi casa,
cargadas de sombras negras.
Deja que vengan los pájaros,
si se cansan de la higuera
que vuelen a los parrales,
que los racimos esperan.
Que salten de rama en rama
que picoteen en la yedra,
que mi jardín sea su jaula
sin barrotes ni barreras.
miércoles, 2 de octubre de 2013
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