En mi ruta mañanera por el Puerto de la Cruz, cosa que hago para complacer a los galenos que cuidan de mi salud física y psíquica, paso todos los días por el paseo de San Telmo para recrearme con la brisa marina y la grata visión de la mar, y cómo no, para darle los buenos días a mi amiga la garcilla que merodea entre los riscos, realizando su pesca matinal. Aunque con los vallados que me han puesto, desde hace dos o tres semanas, me lo están poniendo difícil. Ya no puedo usar la rampa, y no me queda más remedio que apechugar por las escaleras, lo malo que los que van en sillas de ruedas, y los que llevan "cochitos" de niños lo tienen imposible, y los turistas, que cargan con sus maletas, tampoco lo tienen fácil.
Yo le preguntaría a los ediles del ayuntamiento, ¿cuál es la razón para cerrar unos accesos tan necesarios, antes de que empiecen las obras en esa zona? ¿Han pensado en las molestias que están causando, sobre todo a las personas mayores, muy numerosas en el colectivo que compone el turismo de este municipio? No hace falta jurar que la sensibilidad y el espíritu de servicio a los demás, que es la esencia que justificaría sus cargos de gobernantes, no brilla demasiado en estas personas.
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¿ESPAÑA FEDERAL?
Lo escribo siempre que tengo ocasión, y sobre todo ante la tibieza que demuestran tener en sus decisiones los gobernantes pasados y presentes: España no puede estar dirigida por los intereses de los nacionalistas y sus pataleos. No se puede estar continuamente pendientes de unas minorías que quieren imponer su voluntad a la mayoría. La democracia se rige por criterios mayoritarios, equivocados o no, pero aún no se ha encontrado una fórmula mejor. El Federalismo nos llevaría a un desequilibrio social y económico en beneficio de los más ricos. España nunca ha sido un estado federal ni hay necesidad de implantarlo en la actualidad. No se puede aceptar, por parte del resto del país, que para contentar, de momento, a unas minorías descontentas se le imponga una forma de estado que le perjudicaría.
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Hoy, en mi paseo matinal por el Puerto de la Cruz, me he encontrado con una escena tierna, agradable: en la avenida marítima,tres niñitos preciosos, dos hijos de los vendedores ambulantes senegaleses, que frecuentan esta calle, y el otro hijo de una turista nórdica; los tres jugaban y se reían como si toda su vida hubieran estado juntos. Los que pasábamos por allí nos deteníamos unos momentos para gozar de la escena. Se ve que los genes tienen poco que ver con el racismo.
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