No se si la inexperiencia, la falta de madurez, o el engaño premeditado, han hecho que Pablo Iglesias y sus correligionarios hayan desperdiciado una ocasión única para darle un giro de ciento ochenta grados a la política de este país. Cuando aparecieron aquellos chicos jóvenes en la Puerta del Sol protestando por la corrupción y por la mala política que nos asolaba, fuimos muchos los que vimos una brisa de aire fresco que llegaba al sofocante estado que nos envolvía, pero pronto nos dimos cuenta que algo había que contaminaba ese puro ambiente.
La izquierda honrada, batalladora, la que defiende las desigualdades y reclama el estado de bienestar, no hay que teñirla de rojo ni ponerle en sus manos la hoz y el martillo. Esa ideología está superada y abandonada por inhumana y por un historial trágico y genocida.
Fue una gran equivocación que este grupo de chicos volviera a desenterrar las momias lenilistas. Los pueblos, hoy día, han abandonado esos caminos y esas formas que desembocan en la pobreza y coartan la libertad.
Otro de los errores que estos chicos cometieron, y siguen cometiendo, es la falta de flexibilidad y cooperación con otras fuerzas políticas, cuando se trata de buscar soluciones a los problemas del pueblo. Se han embarcado en un no a todo, y así se están cerrando ellos mismos las puertas esperanzadoras que se les abrieron. Han gastado sus energías en luchas partidistas que a nada conducen, en lugar de haberlas empleado en combatir la pobreza, el paro, las desigualdades sociales, las injusticias, la corrupción, se han replegado y han terminado por formar parte de esa casta que tanto antes criticaban, con sus buenos sueldos y su cúmulo de privilegios. Ha sido una lástima, una ocasión perdida.
viernes, 8 de diciembre de 2017
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