Ya Bóreas llega del norte
y con su viento refresca
los parajes de la tierra,
la naturaleza entera.
El manto verde que luce
en otoño la pradera
lo cambia por blanco nácar
el invierno que comienza.
Las nubes acongojadas,
con sentimiento y tristeza,
lloran lágrimas de perlas
para adornar la floresta.
Las flores emigran todas
a otros campos del planeta,
porque a esta fría estación
no le gustan las bellezas.
Melancólico y nublado
el invierno se presenta,
engolado caballero
envuelto en su vestimenta.
Todo el mundo se recoge,
las calles quedan desiertas,
un frente de nieve y frío
se adueña de las aceras.
El negro asfalto se torna
algodón de blanca tela
que unifica los caminos,
los senderos y veredas.
Silencio reina en los bosques,
las aves mudas se quedan,
sus siringes ya no cantan
hasta llegar primavera.
Los ciervos y los muflones
impertérritos esperan,
viviendo en el matorral
y con la hierba cubierta.
Los osos más precavidos
se adentran en sus oseras,
y mientras dure el invierno
duermen y no se despiertan.
De sus hojas se despoja
gran parte de la arboleda,
porque el frío hiela su savia
y a sus ramas nunca llega.
El invierno no es la muerte,
aunque mucho se asemeja,
es un ensallo que hace
la naturaleza entera.
La actividad se detiene
en el cielo y en la tierra,
los seres vivos esperan
que la vida pronto vuelva.
y con su viento refresca
los parajes de la tierra,
la naturaleza entera.
El manto verde que luce
en otoño la pradera
lo cambia por blanco nácar
el invierno que comienza.
Las nubes acongojadas,
con sentimiento y tristeza,
lloran lágrimas de perlas
para adornar la floresta.
Las flores emigran todas
a otros campos del planeta,
porque a esta fría estación
no le gustan las bellezas.
Melancólico y nublado
el invierno se presenta,
engolado caballero
envuelto en su vestimenta.
Todo el mundo se recoge,
las calles quedan desiertas,
un frente de nieve y frío
se adueña de las aceras.
El negro asfalto se torna
algodón de blanca tela
que unifica los caminos,
los senderos y veredas.
Silencio reina en los bosques,
las aves mudas se quedan,
sus siringes ya no cantan
hasta llegar primavera.
Los ciervos y los muflones
impertérritos esperan,
viviendo en el matorral
y con la hierba cubierta.
Los osos más precavidos
se adentran en sus oseras,
y mientras dure el invierno
duermen y no se despiertan.
De sus hojas se despoja
gran parte de la arboleda,
porque el frío hiela su savia
y a sus ramas nunca llega.
El invierno no es la muerte,
aunque mucho se asemeja,
es un ensallo que hace
la naturaleza entera.
La actividad se detiene
en el cielo y en la tierra,
los seres vivos esperan
que la vida pronto vuelva.
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