lunes, 18 de enero de 2010

El viejo marino

Sentado en el viejo muelle,
con la cachimba en los labios,
imagina, soñoliento,
el marino, su pasado.

Ya no sale a navegar,
las fuerzas le están faltando,
su barco lo mandan otros,
él se queda descansando.

Ya no surca el mar bravío
con las olas batallando,
ni galernas peligrosas
amenazan su buen barco.

Ya no despliega sus velas
por los mares navegando,
ni siente el viento que mueve
su velero de tres palos.

En su retina conserva
gran parte de su pasado,
y cuando dormita, solo,
todo lo va recordando.

Piensa en aquellas nativas
de las islas que ha pisado,
bellas muchachas morenas
que le dejaban prendado.

Amaneceres azules
en palmerales dorados,
y atardeceres de fuego
en su mirada grabados.

Vuelve a vivir, con nostalgia
recordando, ensimismado,
las visitas a los puertos
y los amores gozados.

Se pierde curioseando
en las callejas, cansado,
y se enzarza en largas charlas
con marinos jubilados.

No vive el viejo marino,
en él vive su pasado,
sus experiencias, recuerdos,
su barco nunca olvidado.

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