martes, 16 de febrero de 2010

Los huérfanos de la guerra.

Hombres malvados crearon
máquinas de dar la muerte,
dádiva no deseada por
nadie que vida tiene.

No hay demonios que el mal hagan
con perversidad tan fuerte,
como los que despiadados
la vida tornan en muerte

Arrasaron las aldeas
con crueldad impenitente,
segaron las plantas verdes
y las maduras, vivientes.

Algunos retoños, quedos,
se libraron de la muerte,
vagando por los caminos
buscando una mejor suerte.

Cual manada de corderos
indefensos sin cobijo,
los huérfanos aterrados
huyen con hambre y con frío.

No queda norte en sus vidas
que oriente su soledad,
ignoran desprotegidos
qué les espera pasar.

Arrasaron con el árbol
que les daba protección,
pues la familia han perdido
por crímenes sin razón.

¿Qué le espera al pobre niño
en este mundo perverso,
gobernado por tiranos,
que no sea guerra ni fuego?

En el mejor de los casos,
un puñado de hombres buenos
lo acogeran para cuidarlo
y enseñarle algún oficio.

Maldigo todas las guerras,
sembradoras de martirio,
que a criaturas inocentes
dejan sin padres ni amigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario