viernes, 26 de febrero de 2010

La vida es un teatro.

En esta comedia humana
que ensayamos cada día,
son miles los personajes
que al teatro le dan vida.

En este grande reparto
de papeles y encomiendas,
no valen los personajes
sino cómo lo interpretas.

Caballero o campesino
obispo o fraile en su celda,
los aplausos que recibas
serán por tu buena gesta.

Nadie cree en su personaje
sus harapos u otras prendas,
no se quejan porque hagan
de ladrón o de princesa.

Lo que importa es que el telón,
cuando se abra a la audiencia,
te encuentre detrás de él
maquillado y en alerta.

Cuando empieza la función
todo el mundo se recrea
con el buen actor que hace
que la función entretenga.

No te aplauden por ser guapa
ni tampoco por ser fea,
te aplauden por cómo hagas
tu personaje en la escena.

Terminada la función,
los parabienes no creas
si provienen del que medra
con la sombra que proyectas.

No le des tanta importancia
a una obra de teatro,
el autor la escribió así,
pudo escribirla al contrario.

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