viernes, 12 de marzo de 2010

La ideología no te deja ver la realidad.

Después de muchos años dedicados a la docencia, me ha llegado la etapa de la jubilación, y puedo gozar de tiempo libre para dedicarlo a las aficiones que tenía olvidadas o que incluso no había descubierto todavía. Entre mis nuevas ocupaciones está la de leer, diariamente, varios periódicos digitales de la más variada gama de tendencias políticas y ser espectador de algunas tertulias de televisión. Y la verdad, que a veces me provoca hilaridad el ver cómo cada diario cuenta una misma noticia, la adorna, la enfoca, le añade, le quita, le da su impronta ideológica, de modo que a veces parecen noticias distintas.... total que al final siempre saco la misma conclusión: las noticias deben de pertenecer, como ciertos cuerpos, al estado líquido, que tienen la forma de los recipientes que las contienen.

No digamos ya, si el hecho o personaje es juzgado por los tertulianos de los programas de televisión o radio, aquí ya se baten todos los récord del subjetivismo más absurdo. Yo me pregunto:¿Estos personajes viven a diario con esa venda en los ojos, o solamente se la ponen para hacer la representación que le toca hacer ese día?,- Ambas cosas son malas, la primera posición demostraría una personalidad dominada por el más radical de los fanatismos, que solamente le permite ver con el color de las gafas que le han puesto, y si por el contrario se trata de hacer el papel, que le toca representar, malo también, porque está engañando conscientemente, sabiendo que lo que dice es una falsedad consentida.

Supongo, que a la cadena lo que le interesa en llenar su tiempo y ganar dinero. Los tertulianos, no se si se habrán planteado, alguna vez, si los espectadores son retrasados mentales...... No, algunos de los que vemos, de tarde en tarde, estos programas, lo hacemos para ver quien dice el disparate más gordo y quien gana el premio a la contradicción mayor. Si un hecho lo ejecuta mi ideología, ese hecho es bueno, pero si lo hace la ideología contraria, entonces es malo.

Menos mal que la cultura que va adquiriendo el pueblo lo va haciendo menos vulnerable a la manipulación y al engaño, cada vez cree menos en las palabras y solamente le hace caso a los hechos.

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