Hija del sol que domina,
que impera recio en verano,
Andalucía, tú soportas
ardientes y finos dardos.
Agujas de oro fundido
y por Helios sublimado
recubre la piel morena
del andaluz, en verano.
Aguanta, con estoicismo,
este dorado lavado,
hasta que en la hora sexta
un descanso se ha tomado.
No es porque lo hagan los frailes
de San Benito, enclaustrados,
es porque el calor impide
realizar ningún trabajo.
Con el uso de los pueblos,
la palabra se ha cambiado,
llamándose entre nosostros
siesta, no sexta de antaño.
Cuando llega el medio día
el segador en el campo,
deja el trabajo y descansa
porque el sol lo ha agotado.
Tomando nueva energía,
cuando el tórrido ha pasado,
la gente vuelve de nuevo
a realizar su trabajo.
La siesta no es un capricho
ni tampoco es un regalo,
es una forma eficaz
de defenderse en verano.
domingo, 18 de abril de 2010
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