el caserío donde habita,
parecen cuatro palomas
con sus alas extendidas.
Metidas en la montaña,
en laberintos perdidas,
las águilas y los buitres
les sirven de compañía.
Solamente una vereda
conduce a esta serranía,
anaconda que serpea
por los montes extendida.
No hay escuela en el lugar
porque sólo un niño habita
con sus padres, que muy pronto,
le darán una hermanita.
Con el alba se levanta
y caminando y de prisa,
se dirige hasta la escuela
que a lo lejos se divisa.
Dos horas dura el camino,
entre repechos y nieblas,
con bajas temperaturas,
lluvia y nieve, con frecuencia.
Llega aterido de frío,
el niño llega a la escuela,
y la maestra que es madre,
lo calienta en una hoguera.
En invierno, por la tarde,
cuando regresa a su aldea,
entre luces, va corriendo,
antes que la noche venga
Por mal tiempo que soporte
nunca ha faltado a la escuela,
el afán por aprender
puede más que su cautela.
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