Todos se ríen de su cara,
del maquillaje que lleva,
de su nariz puntiaguda
de su sonrisa grotesca,
de sus saltos al andar
de sus caídas de pega,
de las parodias que hace
subiendo por la escalera.
No pronuncia una palabra
cuando trabaja en escena,
el semblante es su lenguaje,
con él, callado, se expresa.
Su sonrisa más parece
una mueca que da pena,
pues la alegría ya voló
lejos de su cara tierna.
Sus gestos exagerados,
sólo sorprender intentan
a los niños que lo miran
con candidez y sorpresa.
Nadie conoce el sentir
de este payaso de cera,
con apariencia de hombre
y es solo una marioneta.
Así aparece irreal
en el centro de la escena,
personaje de ficción
que el circo nos manifiesta.
Pero todo es fantasía,
la vida es muy diversa,
el viejo payaso sufre
sumergido en la tristeza.
Todos dijeron adiós
al circo de candilejas,
pero el payaso no tiene
ni casa ni quien le quiera.
Resignado con su sino
en su vejez ya se adentra,
las fuerzas le están faltando
sólo el circo lo sustenta.
Una mañana de abril
entrando el sol por sus rejas
caballero en un corcel
se dirige a las estrellas.
Desde entonces en los cielos
un nuevo lucero cuenta,
con maquillaje de clon,
que divierte a los planetas.
domingo, 23 de mayo de 2010
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