Cantarina, por las hoces
de la cumbre vas bajando,
sin notas que te descumbran
la melodía de tu canto.
Cuerdas finas, atipladas
de riachuelos no formados,
suenan en la serranía
antes de llegar al llano.
El silencio te acompaña,
sólo el céfiro encantado
toca las cuerdas sonoras
de las copas del castaño.
Entremezcla sus silbidos
con ecos, en los barrancos,
y tu voz de grillo negro
sobresale por los prados.
Tonalidades distintas
tus registros entonaron,
al cantar en los jardines
o en las fuentes de palacio.
Si discurres por la acequia
para refrescar el campo,
tu canto cambia a susurro,
besando los blancos tallos.
Orquesta de percusión:
platillos, bombos y bajos
acompañan tu canción
cuando te inunda el enfado.
Pero si el furor domina
tu potencia, con el rayo
lanzas sonidos que aterran
y estremecen los espacios.
Vida y muerte son tus notas,
tus pentagramas sagrados,
lo mismo mecen la cuna
que se convierten en llanto.
miércoles, 15 de septiembre de 2010
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario