jueves, 7 de octubre de 2010

Mi terraza

Remanso de paz respiro
cuando me siento en tu mesa,
nirvana de mis pesares,
bálsamo de mis dolencias.

Refugio donde mi espíritu
derrama sus complacencias,
liberando, relajado,
las sombras de mi conciencia.

Siento sosiego mirando
de Taoro las laderas,
y la brisa de la mar
reconforta mi existencia.

Me cobijo distendido
debajo de la morera,
balcón que se abre al océano,
toldo y barco de madera.

Y en la popa de este barco
mis viajes se reflejan,
dando bello colorido
al esplendor de sus velas.

Pasa el tiempo, sin oirlo,
sin decir adiós, siquiera,
y cuando miro el reloj
las horas pasan ligeras.

Los rosales me acompañan
con sus ígneas cabezas
mirándome complacidos
de compartir mi existencia.
                       
Los rayos del sol primero,
por el naciente penetran,
tiñendo de blanco nácar
las sombras que ya se ausentan.

No siento ruidos ni sones,
la monarca se pasea
buscando su algodoncillo
donde el desove la espera.
 
Todo es quietud y armonía
en mi estancia mañanera,
sin añorar el pasado
porque el presente me llena.

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