Hace años que visitan,
buscando su algodoncillo,
las mariposas monarcas,
de mi jardín, un recinto.
Siempre vestidas de gala,
anaranjado vestido,
ribetes de tisú negro
cierran su manto festivo.
Planeando, suspendidas,
acariciando con mimo
el aire que las sustenta,
y las mece con su ritmo.
Si Diava es castigado
con los rayos de Helios vivo,
mueven, con gracia, sus alas
que le sirven de abanico.
Libando de flor en flor
buscan, con todo su ahinco,
las hojas verdes que brotan
de un frondoso algodoncillo.
Se posan y depositan
sus semillas de amarillo,
y empieza el ciclo vital,
metamorfosis sea dicho.
Maravilla con disfraces,
desconocidos motivos
para aparentar vivientes
distintos, siendo los mismos.
Pero en nada se parece
una oruga, con sus picos,
a una bella voladora
que seduce con su brillo.
Monarca de mi jardín,
aquí construyes tu nido,
mientras esta tierra brote
tus tiernos algodoncillos.
martes, 7 de diciembre de 2010
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¡Qué linda! Me gusta la poesía y me gustan las monarcas; ¡con apariencia tan frágil y tan fuertes! Creo que el viento no terminó con el algodoncillo que pretendemos plantar en el colegio. Si no, ya sé dónde ir a buscar el sustituto. Abrazos.
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