Al final de mi camino
he vivido un sueño extraño,
cuando me aburre esta vida
sueño para remediarlo.
Soñé que yo desertaba
de la ciudad y de su trato,
que soportar no podía
su artificio y su reclamo.
Sus gigantes de cemento
y sus caminos de asfalto,
alfombras ennegrecidas
sin belleza y sin encanto,
no llenan mi corazón,
ni son a mi vista gratos,
sus sonidos estridentes
rompen mis tímpanos blandos.
Quiero volver a mi casa
a la dehesa, a los campos,
a pisar sobre la hierba
y deleitarme en los prados.
Quiero sentir el gorjeo
y el concierto de los pájaros,
y liberar mis oídos
de ruidos que no sean cantos.
Mirar el verde del bosque,
descansando en el rellano,
y llenar de clorofila
mi visión de hombre cansado.
Quiero romper esos muros
de ladrillos fabricados,
para liberar mi vida
de aposentos enjaulados.
Seguir el curso del río,
recrearme en sus regatos,
mirar cómo el agua pasa
y tenerla entre mis manos.
Quiero vivir distendido,
sin apuros ni quebrantos,
con serena complacencia
de ver mis años colmados.
lunes, 8 de agosto de 2011
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