Tiene su carita blanca
de pétalos de azucenas,
irisada es la sonrisa
de sus claveles de seda.
Viste de nieve su talle
y sus brazos, ramas tiernas,
son alas de querubines
que acarician a la tierra.
Por la mañana temprano,
antes de que el sol saliera,
miden sus pasos la alfombra
de la vecina pradera.
Diligente se dirige
hasta la próxima aldea
por los campos de amapolas
y por estrechas veredas.
Sonríe a las margaritas,
tambien a las madreselvas
que se encuentra en el camino
que conduce hasta la escuela.
Atraviesa el verde bosque,
sin caperuzas traviesas,
ni lobos que se disfracen
de octogenarias abuelas.
En invierno pasa frío
y su cuerpecito tiembla,
y sus manitas de niña,
pálidas como la cera.
Cuando nieva en los picachos,
agujas gélidas llegan
a su carita de nácar,
que la bordan de violeta.
La niña cara de nieve,
no tiene su faz morena,
porque los vientos y el sol
se recrean en su belleza.
miércoles, 5 de octubre de 2011
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