A Francisca, buena cuñada y
mejor persona,
recordando tiempos pasados.
Con el lucero del alba
se levanta el manigero
llevando temprano al tajo
al grupo de aceituneros .
Después de comer las migas
y abrigarse con la ropa
preparados a empezar
otra jornada costosa.
Por veredas tortuosas
y a la luz de las candelas
se dirigen silenciosos
al olivar de las dueñas.
Siguiendo los linios rectos,
que ha marcado el manigero
las mujeres van cogiendo
las aceitunas del suelo.
Cuando sale el sol radiante
la cuadrilla toma aliento,
y alguna voz espontánea
se arranca con unos tientos.
Los hombres varean el árbol
desprendiendo la aceituna
y las mujeres debajo
las recogen una a una.
La escarcha cubre los montes
de esta mi sierra morena,
y las manos de las mozas
con la aceituna se hielan .
Las umbrías y las solanas
se alternan entre los días ,
las solanas para el frío
y para el sol las umbrías.
Con dedales de bellotas
cubren sus delgados dedos
para defender las uñas
de los posibles tropiezos.
Y haciendo mil equilibrios
cargando las esportillas ,
se dirigen al depósito
para dejarlas vacías.
La noche de san Antón
por las trochas y veredas
las mozas y mozos van
a Ovejo, que está de fiestas.
Cuando aparece la luna
y titilan las estrellas
los aceituneros vuelven
al cortijo, por la cena.
Si alguna guitarra suena,
a la luz de los candiles,
enseguida empieza el baile
quitándose los mandiles.
Llegada la media noche
es hora de reposar,
porque mañana, otro día,
tendremos que trabajar.
viernes, 18 de septiembre de 2009
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