jueves, 3 de diciembre de 2009

Al perro que nunca tuve

Los contemplo por las calles,
acompañando a su dueño,
privados de libertad
amarrados por el cuello,
como si fueran ladrones
malvados o bien perversos.

Yo no entiendo a los humanos,
amigo más fiel y bueno,
cariñoso y complaciente,
juguetón cuando anda suelto,
ni entre los hombres lo hallo
ni entre los ángeles veo.

Cuando llegas a tu casa
se apresura a recibirte,
con mil fiestas te agasaja
y nunca se siente triste,
solo falta que le hables
y agradecido se siente.

Con los niños juguetea,
con ellos él se divierte,
los acaricia y tolera
todo lo que ellos quieren,
no se incomoda por nada
y mucha paciencia tiene.

Es el guía y el guardián,
compañía del invidente,
con seguridad lo lleva
por calles, plazas y puentes
defendiéndolo, si cabe,
de cacos y mala gente.

De pastores y vaqueros
compañero inseparable,
diligente se preocupa
que las reses no se escapen,
y si alimañas o lobos
atacasen al rebaño
su vida daría por él
por evitar cualquier daño.

Muchas vidas ha salvado
de enterrados en la nieve,
sanbernardos en los Alpes
una historia grata tienen,
llevando auxilio vital
a viajeros casi inertes.

A la viejita que sola
se siente, y abandonada,
él le ofrece compañía
de la noche a la mañana,
alegre, le inyecta vida
cuando la suya se acaba.

Qué mal me siento si veo
vagabundos por las calles,
abandonados y tristes
a estos nobles animales,
nunca ellos abandonan
a sus amigos, por nadie.

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