lunes, 29 de marzo de 2010

El abuelo

Su vida marca la etapa
de sabiduría y sosiego,
de ver las cosas sin tintes
que le deformen lo recto.

Se le acabaron las prisas,
daría marcha atrás al tiempo,
vive el presente, consciente,
de que los años se fueron.

Ha quitado de su mente
las ideas que le metieron,
globos de aire, que pinchas,
que no tienen fundamento.

Ha reducido su campo
de sentimientos complejos,
a los que vale la pena
dedicar su amor y tiempo.

Ama a sus nietos, alegre,
dedica parte del tiempo
a cuidarlos con cariño
y a rodearlos de afecto.

Juega con ellos, sin fuerzas,
renueva su pensamiento,
y revive su niñez
dándole vida a los juegos.

No tiene nunca palabras
que hieran los sentimientos,
ni ve malas intenciones
en los hechos de sus nietos.

Si corrige alguna vez
algo que no esté bien hecho,
sus palabras van cargadas
de dulzura y sentimiento.

A veces, manto que tapa,
complicidad en secreto
con los nietos que le piden
ayuda en algún aprieto.

Las hojarascas que llenan
el árbol del pensamiento,
las ha mandado muy lejos
un soplo de sabio viento.

Ha reducido su vida
a su familia y sus nietos,
a actividades que llenan
su mente y sus sentimientos.

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