Sigo mirándome en ti
cuando mi tarde obscurece,
cuando ya no queda luz
que a mis ojos, fácil, llegue.
Ya no reflejan su imagen
los hombres ni las mujeres,
no la captan mis pupilas,
son sombras de atardeceres.
Ya no me levanto al alba,
ya no veo amaneceres,
los rayos por las montañas
no rompen las noches tenues.
No me despiertan los gallos
que cantan en el pesebre,
y que anuncian jubilosos
que la noche ya se muere.
Los trinos, en los almendros,
de las aves que amanecen,
son recuerdos que me quedan
cuando a ti no puedo verte.
Sólo mirándote a ti,
sintiendo tu vida alegre,
vuelvo a recobrar, de nuevo,
la ilusión que me da el verte.
Mi planta no vive sola,
simbiosis con la tuya,
para recibir la savia
que la mía ya no rezuma.
Pues ya siento que mi vida
en la tuya se prolonga,
y cada vez que te miro,
más necesito tu sombra.
lunes, 5 de abril de 2010
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