Estamos rodeados de modas, de formas de comerle el coco a los que se dejan llevar por la corriente y no examinan ni profundizan en las ideas y en las prácticas, antes de aceptarlas como propias. Esta manera de actuar es muy general, y los avispados que quieren imponer sus ideas lo saben muy bien. Existen modas de todas clases, pero hoy me voy a referir a una clase muy especial, y que para muchos pasa desapercibida porque no tiene ni maniquies ni modelos que nos la presente, es la moda ideológica.
Los políticos echan mano de este recurso para mentalizar a la ciudadanía y teñirles las neuronas del color de su ideología. Se hacen campañas en los medios de comunicación, supervalorando ideas y colocándolas fuera del lugar que les correspondería en una escala objetiva de valores. Recuerdo que cuando empezó la democracia en España, había una fiebre contagiosa de "lo democrático". El patrón para medir la bondad o la conveniencia de un hecho, no era la justicia o la bondad, sino si ese hecho era democrático o no. En gran parte de la sociedad había tal confusión, que parece que el resto de los valores habían pasado a segundo término.
Hoy día, se hacen campañas, a veces de auténtica intoxicación, con problemas o ideas que no favorecen para nada la convivencia de los ciudadanos, presentándolas como panacea para conseguir objetivos beneficiosos, pero en realidad, lo que hacen es minar los cimientos de instituciones y conciencias. Se repite hasta la saciedad, una y otra vez, una idea hasta generalizarse y ponerse de moda.Todo el mundo quiere sembrar en el campo de nuestra mente y recoger su opípara cosecha, sin ser dueño de la tierra. Hay que estar muy atentos a los poderes públicos porque tienen en su mano los medios necesarios para mediatizarnos e inducirnos por los caminos que a ellos les interesan.
viernes, 5 de noviembre de 2010
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