sábado, 24 de septiembre de 2016

Soledad

No llamaste a mi puerta
soledad, entraste por la ventana,
rompiste las transparencias,
e invadiste mi morada.

Yo no te he dado la venia
para que en mi hogar reinaras,
fuiste tu la que furtiva
te hiciste mi soberana.

No estoy a gusto contigo,
tu presencia no me es grata,
pues solo estoy resignado
de que habites en mi casa.

Pero siento que ya nunca 
abandonarás mi estancia,
y tendré que acostumbrarme
a vivir con esta dama.

Tus silencios prolongados
no los escucha mi alma,
sólo recuerdos suscitas
de aquella vida pasada.

Has cercado mi existencia
con vallas de púas y lágrimas
para que sólo tu reines
en mi vida desolada.

No eres buena compañera,
pues te faltan las palabras
que acercan los corazones
y llenan de gozo el alma.






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