Granito, cal y empedrado,
losas cubrían tus aceras,
calle donde yo nací
en tristes años de guerra.
El "batior" a la entrada
de la casa, en la puerta,
que defiende de las aguas
cuando vienen las tormentas.
Donde las vacas y cerdos
hollaban tus firmes piedras,
y salían por la mañana
para pastar en las cercas.
Y al atardecer volvían
a la "enramá", con presteza,
pues llegando al torilejo,
el porquero daba suelta.
Los carros echaban chispas
al chocar contra las piedras,
y el tentemozo bailaba
chirriando cual corneja.
Calle Pedrajas
En las noches de verano,
cuando el calor fuerte aprieta,
las mujeres, a la calle,
salen buscando la fresca.
Sentadas en la calzada,
contemplando las estrellas,
pasan el rato cascando,
saludando al que se acerca.
Los niños saltan alegres,
las niñas al corro juegan,
cantado coplas antiguas
oídas a sus abuelas.
Otras veces los chiquillos
buscan la luz de la acera
y sentados, silenciosos,
narran cuentos y leyendas.
Así era mi calle Pedrajas
allá por los años cuarenta.
Juan Rosales Jurado
jueves, 21 de septiembre de 2017
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