jueves, 30 de septiembre de 2010

La niña enferma

Una rosa está varada
en la mar del sufrimiento,
espumas blancas la cubren
sin estropear sus pétalos.

Su quilla se haya prendida
en el lecho del silencio,
esperando una marea
que la devuelva a los vientos.

No ha trazado aún la ruta
que la lleve, con el tiempo,
por caminos que recorran
los mares y los océanos.

La esperanza, que la inunda
y que adormece su lecho,
la mantiene vigilante
mientras aguante su pecho.

Al atardecer un ángel
tiñe su cara escarlata,
tornando su clavel rojo
en blanca rosa de plata.

Su sonrisa no es abierta
como cascada de espuma,
la frena su enfermedad
disfrazada de amargura.

En las noches de silencio
si Morfeo no la visita,
su fantasía torna en sueños
que llenan su corta vida.

Su barca surca los mares
entre arrecifes, sin prisa,
perdiéndose entre colores,
que, dulce, besa la brisa.

Retorna de su periplo
con las estrellas del alba,
todo ha sido fantasía,
varada sigue en su cama.

La niña ya no sonríe,
en sus labios de violetas
una mueca se dibuja
cuando una sonrisa intenta.

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