jueves, 30 de septiembre de 2010

Paseo por el parque de Garajonay

No quiero romper tu intimidad, Garajonay,
no quiero ser un extraño en el bosque,
permitid que imagine que soy
un elfo encantado, que no desentone.

Que recorre tus sendas, sin dejar
huellas en los tiernos brotes,
sin romper la armonía, al caminar,
que reina, en quietud, en el verde bosque.

Quiero observarte, feliz, al contemplar
tus roques que juegan, mirando a las nubes,
que se abrazan con ellas y besos se dan,
tejiendo de verde, tu manto, en la cumbre.

Los vientos alisios de agua te nutren,
y las hojas nuevas de adernos y tilos,
madroños, laureles, mocanes y brezos,
con lágrimas tiernas, tu negra faz cubren.

Me adentro, en silencio, en la laurisilva,
son vivientes fósiles, que al tiempo han vencido,
santuario y templo de tiempos pasados,
señal que nos muestra que el tiempo se ha ido.
Prosigo mi ruta abriendo los ojos,
túneles abiertos al sol que penetra,
oyendo el arrullo y el canto sonoro
de mil ejemplares de tu fauna endémica.

Encuentro a las dryadas sentadas en los árboles,
quedando prendado de su gran belleza,
converso con ellas, en lenguas extrañas,
del bosque encantado, ellas son las reinas.

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